Cierto, el estilo de filmación subjetiva cámara al hombro presentado como mockumentary (o falso documental) puede empezar a resultar cansino, pero el realizador germano Daniel Stamm entrega la excepción que confirma la regla. Proyectada en el último festival de Sitges y estrenada ahora en el circuito comercial nos encontramos ante un notable film que mezcla con acierto diversos temas; mercadotecnia eclesiástica, superstición sureña profunda y terror en estado puro. Bazas jugadas diestramente gracias a una realización que empieza siendo amable pero que coge el suficiente nervio cuando los acontecimientos se empiezan a tornar más que desagradables. La única pega que se le podría achacar es a la resolución final, ya que convierte una trama que juega a placer con el espectador (¿realmente la protagonista está posesa o simplemente necesita una camisa de fuerza?) en un remate más digno de la mediocre El Proyecto De La Bruja De Blair que de una película que estaba intentando denunciar males endémicos de lo más hondo de una nación.
De todas maneras recomendada para el seguidor del cine de terror o del subgénero de posesiones varias, ya que también funciona de perlas como producto que atenaza de veras en la butaca. Eso sin contar lo que de si puede dar la elasticidad ósea delante de una cámara.
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