Que conste de entrada que servidor no tiene ningún favoritismo hacia el realizador JJ Abrams, de hecho el fenómeno catódico Perdidos no ha tenido la más mínima relevancia en mi vida. Pero como uno intenta que la objetividad rija a la hora de sentarse en una sala de proyección, no puedo más que rendirme ante la evidencia y decir que el joven realizador respaldado por la ayuda ejecutiva del rey Midas Spielberg ha entregado uno de los mejores films del año. Un batiburrillo que bebe sin recato de diversas fuentes y que lo regurgita todo en cine con letras capitales. Enfocado sin reparos hacia el espectador que se emocionó de niño con Los Goonies o ET, pero sin caer en la ramplonería inherente en la actual cartelera. Todo cuadra al milímetro, guión palomitero pero efectivo, personajes definidos hasta la perfección, montaje trepidante sin atropellos digitales y todo ornado con ese rayo de esperanza que caracteriza a las producciones del director de Tiburón. Que nadie se tire atrás por el protagonismo absoluto de una pandilla de zagales, en este film son niños, no idiotas, que dan alborozo a una aventura a la que sólo un necio podría negar su alto valor como producto en celuloide. ¿Ejercicio revivalista? Mucho de eso hay, pero hacía tiempo que las palomitas no tenían tan buen sabor.
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