El supergrupo del pasado año y creadores del mejor disco de hard rock de los pasados doce meses. Las buenas críticas vertidas sobre ellos y las notables ventas cosechadas no han conseguido que se recuesten en los laureles, y el cuarteto formado por Hughes, Bonamassa, Sherinian y Bonham nos entrega raudo como el viento su segunda obra, que como era de esperar no defrauda y confirma todos los buenos augurios contenidos en su debut. En líneas generales es menos impactante que la primera entrega, pero el nivel sigue siendo de aúpa. Conserva todas las características de este póker de instrumentistas; rock duro clasicote, pericia instrumental y nada veladas influencias zeppelinianas. Aunque algunas diferencias con su predecesor las hay, las tonadas son más oscuras y taciturnas reflejándose también en la producción que suena más espesa, menos luminosa que en su debut, la jonlordización evidente del teclista Derek Sherinian (evidente desde la inicial «The Outsider») y la toma casi absoluta de poder del ex-bajista y cantante de Deep Purple, dejando a Bonamassa las migajas a nivel compositivo, y es que escuchando las sosa «An Ordinary Son» protagonizada por el guitarrista uno se alegra de que Hughes esté tan exuberante en este álbum. Lo han vuelto a lograr, estar en el podio del rock duro un año más, aunque Glenn parece que esta vez lo tendrá que compartir con un viejo conocido suyo; David Coverdale y su flamante Forevermore.
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